One of his disciples, Andrew, the brother of Simon Peter, said to him: “There is a boy here with five barley loaves and two fish – but what good are these for so many? (John 6)
Today in the first reading and the Gospel we see the multiplication of the loaves. This miracle that Jesus worked in the Gospel is the prelude to the Bread of Life discourse they’re going to be hearing for the next few Sundays.
This Gospel passage is very significant to me because I remember hearing Charlie Osborne, the Catholic Lay Evangelist from Pensacola, Florida speak about it at St. Bridget’s Church back in around 1984. Hearing him preach, especially on this passage, stirred in me the calling to the priesthood.
Andrew didn’t think that what the little boy had to offer was very much, but at least he brought him to Jesus, and we see what Jesus did with it – with it he fed 5000 people, not counting women and children, and they had 12 wicker baskets left over! It shows Jesus’ power to take the little bit we think we have and to do something wonderful with it – if only we are willing to give it to him to offer our lives, our talents, and even our weaknesses and struggles to the Lord. We let him work with in our individual lives, in our ministry to others, and around family members. If we do that God will multiply it and make it enough for what is needed.
This passage is also a prelude to of the Eucharist: if Jesus can multiply five loaves, making enough for 5,000 with leftovers, then why can he not take bread and make it to his own Body, which is what he did at the last supper, and what he did does every time we celebrate the Mass – through his priests.
So we should never think of our Catholic faith and the Mass as if it isn’t enough. Yes we should have other programs and ministries, and we hope to get them again going again now that the pandemic is subsiding. But we can never lose our focus on the Mass, the Eucharist and the reception of the Eucharist, as what truly feeds us in Jesus Christ.
Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho con cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿de qué sir ven estos para tantos? (Juan 6).
Hoy en la primera lectura y el Evangelio vemos la multiplica ción de los panes. Este milagro que Jesús obró en el Evangelio es el preludio del discurso del Pan de Vida que van a escuchar durante los próximos domingos.
Este pasaje del Evangelio es muy importante para mí porque recuerdo haber escuchado a Charlie Osborne, el evangelista laico católico de Pensacola, Florida, hablar sobre él en la iglesia de St. Bridget en Pacífic Beach, alrededor de 1984. Escucharlo predicar, especialmente sobre este pasaje, despertó en mí el llama do al sacerdocio.
Andrés no pensó que lo que el muchacho tenía para ofrecer era mucho, pero al menos lo llevó a Jesús, y vemos lo que Jesús hizo con él: ¡ con esto alimentó a 5000 personas, sin contar mujeres y niños, y le sobraron 12 cestas! Muestra el poder de Jesús para tomar lo poco que creemos que tenemos y hacer algo ma ravilloso con él, si tan solo estamos dispuestos a dárselo, a ofrecer nuestras vidas, nuestros talentos e incluso nuestras debilidades y luchas al Señor. Le permitimos trabajar en nuestras vidas individuales, en nuestro ministerio hacia los demás y alrededor de los miembros de la familia. Si hacemos eso, Dios lo multiplicará y lo hará suficiente para lo que se necesita.
Este pasaje es también un preludio de la Eucaristía: si Jesús puede multiplicar cinco panes y hacer suficientes para 5,000 con las sobras, entonces ¿por qué no puede tomar pan y hacerlo en su propio Cuerpo, que es lo que hizo en la última cena? y lo que hizo cada vez que celebramos la Misa, a través de sus sacerdotes.
Así que nunca deberíamos pensar en nuestra fe católica y la Misa como si no fuera suficiente. Sí, deberíamos tener otros programas y ministerios, y espera mos que vuelvan a funcionar ahora que la pandemia está remitiendo. Pero nun ca podemos perder nuestro enfoque en la Misa, la Eucaristía y la recepción de la Eucaristía, como lo que verdaderamente nos alimenta en Jesucristo.